Suicidio ONG
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- Fortalecer el vínculo madre-hija para superar los pensamientos suicidas
Tengo 47 años. Crecí en un hogar donde la inestabilidad emocional era una constante, una familia muy disfuncional. Con pocos recursos propios para desarrollar una adolescencia media típica, adopté una personalidad depresiva con la que fui lidiando durante mi juventud. En 1998 nació mi única hija Camila. Su llegada aunque fue esperada, tampoco vino libre de preocupaciones por causa de inconvenientes en su salud. En febrero del 2009 me divorcio de mi primer esposo y en septiembre de ese año falleció mi mamá por un paro cardiorrespiratorio. Especialmente la pérdida de mi mamá me representó un dolor muy difícil de resolver. En ese momento ella tenía 57 años y yo 33.De ahí sobrevivieron médicos, medicación, psicóloga y otras alternativas buscando llenar ese vacío. Nada lo logró. En julio de 2010 tuve un intento de suicidio. Entre en conciencia 3 días después y supe y sé al día de hoy, que no morí esa noche porque Dios tenía otros planes y un propósito con mi vida, pero si realmente podía no haber vivido por eso. Lo que siguió fue un mes de internación en una clínica de salud mental, tiempo en el que luché por mi alta porque estaba mi hija esperándome afuera. Ahí tomé conciencia del amor por la vida a través de la existencia de mi Camila. Pasaron 7 años hasta el 2016 dónde junto con la psiquiatra y la psicóloga que me atendían decidimos que era el tiempo de dejar la medicación psiquiátrica. Ya venía tomando hábitos saludables y lo que a mí me restauró de manera radical fue un encuentro verdadero en 2013 con el Jesús, hijo de Dios, que por amor dio su propia vida para salvación de la mía ( Y la de cada uno). Ahí todos mis vacíos se llenaron de amor y propósito. Para marzo de 2017 ya estaba libre de todas las pastillas y también de mi gran adicción al cigarrillo. De fumar 2 o 3 atados de 20 por día logré dejar de fumar. En el mientras tanto de esta vida en batallas pasamos esa temporada del caos, del vacío y la oscuridad con mi hija en plena adolescencia y su propia oscuridad y depresión y médicos, medicaciones y fantasmas de muerte. 2016 fue el año donde toda mi fe y mis oraciones tuvieron respuesta. Cuando yo pude caminar firmemente en la paz que mi Jesús me daba, mi hija siguió mis pasos y terminamos juntas ese año libres de ojeras, de encierros y de muchas pastillas de colores. La risa y los amigos llenaban la casa. La realidad se nos volvió esperanza. La vida nos siguió pasando, con muchas cosas bonitas y muchas otras pérdidas dolorosas. Con malas decisiones y aciertos maravillosos. En el mundo se dice: "si hay vida hay esperanza." , con mi fe digo: " si hay esperanza hay vida". Hoy mi hija Camila casi cumple 26 y ama su vida, la familia que está construyendo con su Fran y su pasión por la música. Se ha sentido triste a veces pero nunca más permitió quedarse en ese lugar de tristeza. Yo casi cumplo 48 años enfrentando un tiempo que no hubiese querido atravesar como un divorcio sumamente conflictivo después de 5 años de matrimonio y a tres meses de mudarme habiendo dejado mi ciudad, mis amigos, mi lugar de trabajo, la iglesia que era mi casa, hoy estoy empezando una nueva vida con muchas oportunidades que voy descubriendo muy hermosas y compartiendo esta esperanza que da vida, convencida que es parte del propósito por el que me aferré al amor a la vida. Feliz y agradecida de poder hacer gimnasia, andar en bici, trabajar de nuevo con chicos, servir en mi nueva iglesia, decorar mi casa, cuidar el jardín, y tantos sueños más por cumplir...Dios es bueno Ver también: Dejanos tu Testimonio de superación en relación al suicidio Grupos Gratuitos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG Brindar Asistencia Primaria a Personas en Crisis con Posibles Pensamientos Suicidas
- Reconocer el para-suicidio en uno mismo
Cuando estudiamos el proceso suicida , podemos caer en el error de pensar que el verdadero riesgo comienza a partir de la elaboración del plan suicida o, al menos, desde la aparición de pensamientos suicidas. Esto puede ser conceptualmente cierto respecto del riesgo de suicidio, ya que, el pensamiento suicida, es decir, pensar en terminar con la propia vida en forma consciente y el plan suicida, que son las decisiones y arreglos necesarios para llevar el intento suicida al acto, son etapas que no pueden saltearse en un suicidio. En todos los casos, la intencionalidad del acto es necesaria para que la muerte sea clasificada como suicidio. Sin embargo, hay otro riesgo, tal vez mucho mayor, también relacionado con el proceso suicida que poco se tiene en cuenta y que puede aparecer mucho antes, es decir, debido a la estructura demográfica piramidal del proceso suicida, puede ser mucho más frecuente. Me pregunto cuántos de nosotros hemos tenido fantasías de muerte, es decir, un sentimiento o pensamiento automático que nos dice "¿Cuándo se termina todo esto?", "¿Por que no llega mi hora de una vez?", o algo por el estilo. ¿De verdad no hemos pensado nunca de ese modo o hemos tenido ese sentimiento?, ¿Ni siquiera por un instante? Si es así amplio mi pregunta: ¿Cuántos de nosotros hemos fantaseado con la propia muerte como una liberación del sufrimiento aún sin llegar a reconocer conscientemente este sentimiento? Por supuesto no hay estadísticas sobre nuestras fantasías inconscientes. Sin embargo, otras estadísticas mucho más concretas nos pueden mostrar que somos muchísimos los que llegamos a ese punto. Tal vez muchas veces durante nuestras vidas o en forma continua durante mucho tiempo. Después de todo: ¿Cuál es el problema de fantasear con la muerte? Son solo fantasías. El sentido común nos indica que el verdadero riesgo del suicidio solo se verifica con un plan suicida más concreto. Sin embargo, los números nos muestran que son mucho más frecuentes las muertes relacionados con el para-suicidio, es decir, actos intencionales que directa o indirectamente pueden llevar a la persona a la muerte sin la intención concreta de obtener ese resultado. Así como el intento de suicidio se relaciona directamente con la existencia de un plan suicida, el para-suicidio se relaciona con las fantasías de muerte, ya sean estas conscientes o inconscientes, Las personas con fantasías de muerte suelen descuidar su propia vida o asumir riesgos innecesarios. No concurren con regularidad a los controles médicos, abusan de sustancias como drogas, alcohol, cigarrillo o comida, no adoptan estilos de vida saludables, conducen a alta velocidad o imprudentemente o bien, como peatones se muestran descuidados en la vía pública, entre otros riesgos innecesarios. Vuelvo a formular la pregunta de otro modo: "¿Cuántos de nosotros incurrimos alguna vez en alguno de estos descuidos de la propia vida?". Las conductas, a diferencia de las fantasías, son visibles. Si miro a mi alrededor entre las personas que conozco, incluyéndome a mi en primer lugar, no encuentro a nadie que haya cuidado bien de su vida siempre y en todas las circunstancias. Aun así, estos descuidos o riesgos de vida innecesarios son frecuentemente tomados como inofensivos. Los números nos muestran que no lo son: Según Ourworldindata cerca de 760.000 personas mueren cada año por suicidio. Las muertes relacionadas con otras causas que, en general, admiten medidas de prevención efectivas que con frecuencia se ignoran cómo enfermedades pulmonares, cardiopatías o accidentes de tránsito suman decenas de millones. Vuelvo a formular la pregunta de otro modo: ¿Estamos cuidándonos como nos lo merecemos? ¿Realmente estamos comprometidos con la vida? Si no lo hacemos, ¿qué esperamos? El para-suicidio, que como vimos es mucho más riesgoso que el suicidio, debe ser incluido en las tareas de prevención del suicidio, y también en este caso la prevención comienza por casa. Ser cuidadosos con nuestra propia vida es el mejor ejemplo que le podemos dar a todos nuestros allegados. Si no logramos serlo, si las fantasías de muerte condicionan nuestro debido cuidado, siempre está la opción de hablar de lo que nos está pasando. Reconocer el para-suicidio en uno mismo, reconocer nuestras fantasías de muerte y poder hablar de ello es el primer paso. Hablemos de para-suicidio. Ver también: Dejanos tu Testimonio de superación en relación al suicidio Grupos Gratuitos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG Brindar Asistencia Primaria a Personas en Crisis con Posibles Pensamientos Suicidas
- “Es de varón” pedir ayuda
En nuestro país mueren cada día al menos 10 personas a causa de suicidio. En promedio, 2 mujeres y 8 varones. Como en casi todos los países del mundo, aquí el suicidio es un problema predominantemente masculino. ¿Por qué? Hay muchas teorías al respecto, pero el hecho de que existan excepciones, países donde el suicidio masculino no es mayoritario o al menos no en una proporción de 4 a 1, pareciera indicar que hay un factor cultural. Otro hecho que parece contradictorio, aunque en realidad refuerza esta idea, es que las mujeres piden ayuda frente a sus pensamientos suicidas en una proporción mucho mayor que los varones. Lo vemos en las consultas psicológicas, en las líneas de asistencia para personas en crisis o con pensamientos suicidas y en los grupos de ayuda mutua para personas afectadas por el drama del suicidio . La proporción es aproximadamente 4 a 1 pero esta vez mayoritariamente a favor de las mujeres. ¿Cómo es esto? ¿Las mujeres tienen más pensamientos suicidas y los varones mueren en mayor proporción a causa de suicidio? Evidentemente no: Las mujeres están más abiertas a pedir ayuda cuando se enfrentan a pensamientos suicidas y, tal vez por eso, llegan en menor proporción al suicidio. La pregunta que sigue es por qué los varones somos reticentes a pedir ayuda. Quienes somos varones y recibimos una educación tradicional lo sabemos, las madres y padres de esos varones también lo saben: La diferencia está en la forma en que fuimos educados. Dicen que para los pueblos primitivos el peor castigo no era la muerte sino el destierro. Los muertos son recordados y venerados, los desterrados se olvidan, no se habla de ellos, no reciben la mirada de sus compatriotas, no pertenecen. Somos animales gregarios, necesitamos pertenecer para sentirnos vivos, por eso tememos tanto al destierro. Cuando yo era chico el destierro estaba representado por el peor de los calificativos que un varón podía recibir: “Mariquita”. El señalamiento como “Mariquita” era como un decreto de exclusión, como una sentencia que decía “no sos de los nuestros”, no pertenecés al grupo de los varones. Era el infierno más temido, y por eso nos cuidábamos de no hacer nada que no fuera "de varón”. En especial nos cuidábamos de no pedir ayuda nunca, bajo ninguna circunstancia, porque “un varón se arregla solo”. Mucho antes de esto, antes de que tuviera edad suficiente para ir a la escuela, mis padres me enseñaron con firmeza y crueldad que era eso de “ser varón”. Si lloraba, en vez de consolarme se enojaban y me decían: “los hombres no lloran”, y si me quejaba por cualquier cosa me recordaban “no sos una nena”. A los hombres se nos acusa hoy en día de promover una cultura machista, sin embargo yo recuerdo más a mi madre que a mi padre enseñándome cómo ser “un hombre de verdad”: Supongo que a mis compañeros de primaria les pasó otro tanto, porque para cuando fuimos escolarizados ya compartíamos los mismos códigos: “Los hombres de verdad no muestran emociones, no se quejan y nunca piden ayuda”. Como dije, no creo que seamos los varones los únicos responsables de la reproducción de estas pautas culturales, tampoco creo que sean las mujeres las únicas víctimas: En nuestro país, 300 mujeres mueren cada año a causa de la violencia machista, y más de 2.500 varones a causa de suicidio al menos en parte porque la cultura machista nos enseño a no pedir ayuda. Todos somos responsables y todos somos víctimas. La cultura machista que cosifica a la mujer, y que impide a los hombres mostrarse vulnerables, con sus falencias y debilidades, viene perjudicando a ambos géneros. Por eso tenemos que deconstruirnos y, fundamentalmente, no reproducir las pautas culturales machistas que tanto daño nos han hecho. Tanto hombres como mujeres deberíamos redescubrir nuestros aspectos más humanos y, entre ellos, la característica que más nos identifica como especie, nuestra capacidad para pedir ayuda. Una sociedad donde todos aprendamos a mostrar nuestras emociones, a hablar de lo que nos pasa y a pedir ayuda será, sin duda, una sociedad más segura frente al riesgo de suicidio para nosotros y para nuestros seres queridos. Por eso, quienes tenemos hijos o menores a cargo y nos preocupamos por ellos, también deberíamos enseñarles a pedir ayuda, tanto a niños como a niñas. Ver también: Prevención Comunitaria del Suicidio Dejanos tu Testimonio en relación al Suicidio Escucha Activa en temas relacionados con el Suicidio
- Dopamina: la clave para entender el bienestar, las adicciones y el pensamiento suicida
Cuando hablamos de adicciones pensamos en droga o alcohol. Algunas veces también en juego, comida, trabajo o sexo. Podríamos agregar a está lista la televisión, las redes sociales, los medios de comunicación digitales y muchos objetos o actividades más, en rigor podemos ser adictos a cualquier cosa que tenga la capacidad de provocarnos placer. Es que, como dice la doctora Marian Rojas Estape en el reportaje que le concedió a Infobae , el placer y la adicción están íntimamente relacionados. Por las dudas aclaramos que no nos referimos aquí al sano placer que muchas actividades en justa medida pueden brindarnos, pero el límite entre el sano placer y la adicción suele ser difuso y esto se explica por el funcionamiento de los mecanismos de recompensa en nuestro cerebro. La naturaleza se aseguró de que realizáramos algunas actividades esenciales para nuestra supervivencia o la de la especie, como comer o tener sexo, mediante circuitos de recompensa. La dopamina es el neurotransmisor que se genera en estas y otras actividades placenteras. Se podría decir que es la manifestación química del placer, la moneda de cambio con la que la naturaleza nos recompensa por asegurar nuestra supervivencia o la de la especie. El problema es que, como dice la doctora Rojas Estape, aprendimos a hackear esos circuitos de placer. Muchos productos y actividades modernas están específicamente diseñados para generar una gran cantidad de dopamina en forma instantánea: comida chatarra, videojuegos, series, pornografía online, redes sociales, comunicaciones instantáneas y muchas más. ¿Cuál es el problema si la dopamina nos genera placer? Justamente, que una gran cantidad de dopamina nos vuelve insensibles a este estímulo, de manera que necesitamos cada vez más para obtener cada vez menos placer. Así nos volvemos adictos casi sin darnos cuenta. Pero el mayor problema no es ese, sino que nuestros circuitos de recompensa saturados ya no nos permiten disfrutar de los estímulos simples de la vida cotidiana: una palabra amable, acariciar a una mascota, terminar un trabajo bien hecho, amar o ser amado. La vida deja de tener incentivos o propósitos válidos cuando nuestros mecanismos de recompensa cerebrales están saturados. Lo que sigue es la depresión y en algunos casos el pensamiento suicida. Afortunadamente, como también señala la doctora Rojas Estape, este camino se puede desandar. ¿Cómo? Aprendiendo a aplazar la recompensa. Inevitablemente seguiremos viviendo en una sociedad llena de estímulos adictivos, por eso esta propuesta además de efectiva es muy realista. No nos pide que tiremos nuestro celular a la basura, que cerremos todas nuestras redes sociales ni que hagamos una dieta cien por ciento naturista. Podemos seguir disfrutando de todos los placeres, también de esos placeres tan artificiales que trajo la modernidad. Lo importante es la medida: cuándo y cuánto. Si aprendemos a medir y postergar estos “permitidos” no nos producirán menos placer sino más, y cada vez más a medida que nuestros receptores de dopamina dejen de estar saturados, y lo que es más importante: volveremos a disfrutar de esos pequeños placeres de la vida que son, en definitiva, las cosas que la colman de sentido y nos protegen de nuestros propios pensamientos suicidas. Ver también: Conocer y Promover los Factores Protectores de la Conducta Suicida El Proceso Suicida y las múltiples oportunidades de prevenir Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG
- El poder de la oración para superar pensamientos suicidas
Desde muy chica comencé a tener episodios de angustia. Vivía rodeada de una familia tradicional, pero un poco fría. Mi progenitor (ahora mi amado padre) era alcohólico y violento. Mi madre trataba de suplir las necesidades a pesar de todo el ambiente de vicios y violencia en el que vivíamos. Desarrollé trastornos alimenticios debido a las palabras que mi padre me decía. Tenía una autoestima muy baja, llegué a odiarme y a odiar mi cuerpo. A mis 16 años comencé a tener pensamientos suicidas, me lastimaba las muñecas, me pinchaba piernas y brazos, etc. Un día tuve un episodio nervioso que me llevo a cortarme muy profundo una de mis muñecas, y mi dolor pasó a ser descubierto por mi familia. Desde ese momento visitamos tantos hospitales, psicológicos y psiquiatras. Me dieron tantos medicamentos y tratamientos, que mi madre ya no sabía qué hacer conmigo. Fue un tiempo difícil. Una sobrina mía había viajado de vacaciones a visitar a su hermano, dieron con una campaña evangelística y aceptaron a Jesús en su corazón, ella y su familia. Y bueno cuando ella vino a verme yo ya no hablaba con nadie, pensaba que para qué iba a hablar si nadie entendía lo que me pasaba ni podía ayudarme. Simplemente me habló de Dios y oró por mí, me invitó a la iglesia al otro día y fui. Jamás había pisado una iglesia cristiana, no sabía qué hacer pero me hizo bien, todo lo que hablaron me tocó profundamente y comencé a tener fe en Dios, a pedirle que cambiara mi vida y lo hizo. Tenía varias enfermedades entre ellas tiroides y trastornos alimentarios. Tenía anorexia y bulimia. Llegué a pesar 20 kilos menos de mi peso normal. Adelgacé tanto! Hacía mucho ejercicio y no quería comer. Cuando comenzaron a obligarme a comer desarrollé bulimia. Al tiempo de haberme reencontrado con Dios volví a hacerme los estudios y ya no tenía nada. Con los psicológicos hablé y me dieron de alta. Les dije que me sentía tan bien, con muchas ganas de vivir y que Dios pudo ayudarme a superar los problemas con los alimentos. De estar llorando todo el día, comencé a andar saltando en una pata de alegría. Con mi padre siempre fue una relación difícil. Él maltrataba a mi mamá, llegué a odiarlo, con mi hermano teníamos tanta bronca hacía el que a veces ansiamos meternos en las peleas para hacerle daño. Él jamás me golpeó, ni a mi hermano, pero si a mi madre, y a mis hermanos mayores. Pero le teníamos miedo, nos gritaba y nos decía cosas muy feas cuando se enojaba o bebía. Trabajamos a la par de él, yo era mujer pero siempre quise que estuviera orgulloso de mi, me esforzaba por hacer trabajos de hombre para que él me mirara con aprecio. Hasta que ya no pude contener la situación conmigo misma. Culpaba a mi madre y a él por todo, los odiaba pero Dios me ayudó a perdonarlos y hoy en día tenemos una bella relación. Hoy tengo 29 años. Tuve mis momentos de recaídas, pero desde que conocí a Dios, sobrevivo de pura gracia suya. No me dejo vencer, sé cómo pelear contra esos pensamientos negativos y lucho cada día con las fuerzas que Dios me da. Saludos y qué Dios los bendiga. Ver también: Dejanos tu Testimonio de superación en relación al suicidio Grupos Gratuitos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG Brindar Asistencia Primaria a Personas en Crisis con Posibles Pensamientos Suicidas
- ¿Qué significa ser voluntario/a?
Muchos ven al voluntariado como una carga que algunas personas generosas se auto imponen para ayudar a otras. Nada más lejos de lo que sienten la mayoría de los voluntarios que colaboran con diferentes asociaciones civiles o instituciones públicas. Para ejemplificar esto bastan algunas respuestas de los voluntarios de Hablemos de Suicidio ONG cuando uno de sus compañeros les preguntó qué significa para ellos ser voluntario. Me permite poder entregar algo que llevaba oculto, intentar ser otra personita, tener y sentir otras emociones que no conocía, me regala el placer de Ser para otros alguien, de entregar desde mi mirada un abrazo, un cachito de Vida. Desde mi parecer, es una bella Misión de Vida. Para mí ser voluntaria me permite evolucionar como ser humano al compartir mí tiempo, dedicación y amor desinteresadamente con otro ser que también me nutre de su experiencia de vida, dándole a mi propia vida un sentido más humanizado. En este camino encontrar personas increíblemente maravillosas. Para mí, ser voluntaria es un aprendizaje constante, es mejorar día a día con lo que recibo de otras personas en un intercambio donde se ponen en juego la sensibilidad, la tolerancia y el respeto. Pero sabiendo que juntos podemos lograr el objetivo que nos proponemos para construir un mundo mejor. Mil gracias por darme la posibilidad de formar parte de esta hermosa familia. Ser Voluntaria es el equilibrio que necesito en mi vida de ese "dar y tomar" para poder sanar un poquito todos los días... sabiendo que el otro también soy yo. Solo quiero cumplir la promesa que le hice a Patri el día que la despedimos: que su dolor y el de mis hijos y el mío no van a ser en vano que trataría de dejar algo aquí antes de marcharnos en honor a ella y esa posibilidad me la ofrece el voluntariado, creo que es por ahí, abrazo a todos. Ser voluntario es poder dar una oportunidad a alguien de ser comprendido y escuchado y a través de esa experiencia también; poder descubrir que nos mejora para ser más humanos y transformar con tiempo y paciencia nuestras heridas y la del otro en cicatrices del alma que cuando hayan dejado de supurar angustia y dolor serán los escalones que nos permiten elevarnos y poder ver más allá del día a día. Abrazo del alma para todos. Ver también: Sumate al voluntariado en Hablemos de Suicidio Otras actividades de Hablemos de Suicidio
- Colaborar con el tratamiento para superar pensamientos suicidas
Actualmente tengo 15 años, pero no pensé llegar ni a cumplir 14. A mis 13 intenté terminar con mi vida alrededor de diez veces. Siempre terminaba con malestares pero no lograba mi objetivo. En mi último intento, por la posible mortalidad, fui internada en una UCI, y permanecí durante dos semanas para luego ser trasladada a un hospital psiquiátrico al que no quisiera volver a pisar jamás. Cometí este acto al no estar conforme con ningún aspecto de mi físico. Había sufrido bullying. Permanecía sola la mayor parte de el tiempo. No estaba conforme con mi físico. Usaba el tapabocas todo el tiempo. Era muy insegura. Tenía problemas con la comida. En un día podía tener una comida o ninguna. Me auto lesionaba los brazos. Cuando mi madre se enteró inicie con los muslos. Y frecuentemente me intoxicaba con medicamentos para no ir al colegio. Mi casa estaba llena de peleas. Vivía llorando todo el tiempo, y mi tristeza pasó a ser mal humor por lo que parecía tener un temperamento fuerte. En ese momento el abandono por parte de mi padre y nulo contacto fue un factor muy importante. Por un impulso decidí acabar con mi vida sin importar las otras personas que me quisieran por que mi vida no tenía rumbo. Me sentía en un túnel de suma oscuridad sin final. Recibía terapia psicológica y psiquiátrica pero no sentía que tuviera mayor efecto. No colaboraba en las sesiones. Veía que la terapia no estaba dando resultado. No mostraba resultado alguno para mí por lo que quería ya apagar de manera definitiva el dolor que sentía en cada momento. Ya no podía soportarlo más y quería tener mi mente tranquila y limpia, por lo que cada pensamiento intrusivo se apoderaba de mi, llenaba poco a poco con cada uno la gota hasta estallar el vaso que me llevó a cometer el intento Actualmente hace un año y 3 meses de mi último intento puedo asegurar que si hay una salida. El suicidio no es opción. Se que es un proceso muy difícil porque lo he vivido en carne propia pero si lo incluyes en tu mente ,si buscas ayuda y colaboras, lograrás salir de esto y saldrás del túnel oscuro a uno luminoso. Ver también: Dejanos tu Testimonio de superación en relación al suicidio Grupos Gratuitos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG Brindar Asistencia Primaria a Personas en Crisis con Posibles Pensamientos Suicidas
- Superando el "ejemplo familiar" de pensamiento suicida
De chica siempre tuve miedo que mis papás se murieran, creo que como cualquier niño, pero yo mucho más. Muchas noches mi papá llegaba tarde y mi mamá lo esperaba llorando diciendo que se quería morir. Yo era muy chica pero no podía dormirme tranquila hasta que él no regresaba. Esto se volvió rutina para mi. A veces me hacía la dormida como si nada pasara, o cuando la cosa se ponía difícil me levantaba y consolaba a mi mamá y le decía que por favor no lo hiciera. Las noches eran difíciles, pero nunca los veía discutir. Cuando crecí, mi mamá concretó dos intentos de suicidio. El segundo fue grave y le trajo muchos problemas de salud, se empezó a tratar. Un día salimos con mis hermanas a pasear y ellas vieron a mi papá con una mujer, a mi no me dejaron verla. Volvimos a mi casa y mi papá amenazó con quitarse la vida, estuve un rato convenciéndolo de que no lo hiciera. Hasta que lo logré. Sola en casa con él. Los años pasaron, mis padres seguían juntos, ya ninguno de mis hermanos vivía en casa. Yo vivía con mi novio. Lo engañé. Y cuando él se enteró y me dejó. Sin pensarlo tuve un intento de suicidio. Juro que no fue premeditado, no lo pensé ni un segundo. Fue un acto reflejo. No quería sentir ese dolor. Me atendieron en urgencias y mi vida siguió como si nada pero acelerada. Mi ex sacó mis cosas a la calle, quería que las vaya a buscar ya, y yo quería darle explicaciones. Agarré un arma que había en casa (la misma que le quite a papá) y me fui en mi auto. Cuando me estacioné, a los 5 minutos mi hermana que me había visto mal me empezó a golpear el vidrio. No quería abrirle. Vino la policía, reaccioné y decidí abrirles. Me llevaron a la comisaría. Ahí dije: "no quiero vivir mas , mi vida no tiene sentido. Por favor, necesito ayuda". De la comisaría me llevaron directo a una clínica psiquiátrica, me hizo muy bien. Pero cuando salí fue mucho lo que tuve que enfrentar, era la loca del arma , la que estuvo internada. Era noviembre del 2016. Salí en diciembre. Cuando salí me enteré que mi hermano se estaba separando, que la estaba pasando mal porque no podía ir a su casa. Su ex le había puesto una perimetral. Le ofrecí mi ayuda: buscaba a sus hijos de 1 y 4 años todos los días para que los viera. Todo parecía ir mejorando, se lo veía bien. A los pocos días mi hermano se suicidó. De un día para el otro. Mi vida se volvió a desbastar, pero esta vez tenía dos grandes motivos por los que luchar: mis sobrinos. Y entendí que la vida pasa tan rápido... Que ya va a llegar el momento, que todo pasa por algo. Que el dolor que sentí aquella vez que me abandonó un novio, no era nada en comparación con la pérdida de mi hermano. Y que no quería que mis sobrinos vuelvan a sentir tristeza nunca más. La vida es hoy, es corta. Es un segundo qué hay que pensar. Yo podría ser mi hermano, pero por algo estoy acá. A veces es inevitable sentir dolor. Pero se puede seguir hay que encontrar ese motivo. Ya va a llegar nuestro momento. Y ya nos vamos a reencontrar. ¡Vivamos! Ver también: Dejanos tu Testimonio de superación en relación al suicidio Grupos Gratuitos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG Brindar Asistencia Primaria a Personas en Crisis con Posibles Pensamientos Suicidas
- Violencia de género y suicidio
Mí vida se hizo muy difícil. Nací en un pueblo con educación católica. Creía qué si tenía un novio, debía casarme con él. Y así ocurrió. Obviamente, no lo conocía ni lo más mínimo, los golpes y el bajar mí autoestima comenzaron durante el noviazgo de 5 años. Ya me amenazaba con que si contaba algo me mataría. Dentro del matrimonio, recibí golpes, trompadas, patadas, y descalificaciones horribles. Yo trabajaba, trabajaba, callaba y me aislaba. Ahí comenzaron mis intentos de suicidio. Solo quería morir, porque me hizo creer que era la peor mujer y la peor madre. Tuve cuatro hijos hermosos, todos embarazos de alto riesgo. Cuándo se enteraba qué estaba esperando un hijo, me pedía que lo abortara. Y a ese espantoso pedido se sumaba su madre, maltratadora como él. Jamás permití que me hagan un aborto. Con mi tercer embarazo me llevó con engaños y amenazas a una clínica para abortar. Ni bien se fue, yo, ya dentro de esa sala dónde matarían a mí bebé, los miré uno por uno y salí corriendo; corrí hasta mí casa temblando, espantada. La represalia de él vendría volando. Lo ignoré. Fue a buscar a mis padres para convencerme de ese asesinato. Les dije: “Sí mi hijo se muere, yo me muero con él”. Y así miles de maltratos y desprecio por la vida, hasta la de sus hijos. Ya no daba más de soportarlo tantos años. Me pidió la separación, ya que él decía que yo estaba loca y era puta. Firmé la separación de hecho y le di una amplia visita a mis hijos que también eran suyos. Pensaba que así cesaría el maltrato y los golpes, pero no, eso lo enfureció más. Me seguía en la calle, me golpeaba, me amenazaba con navajas y cuchillos. Hasta llegó a un intento de homicidio. Hoy se llamaría femicidio. Pensé que me moriría de tantos golpes, se sumaron mí hija mayor y mí tercer hijo. Él les gritaba: “¡Mátenla! Ustedes son menores, no les va a pasar nada. Quedé casi sin respirar. Una vecina y amiga llamó a mis padres. Mí papá rompió la puerta de entrada, mi mamá gritaba. Vino la ambulancia de emergencias, la policía y mí hermana que era policía de la Federal. Me trasladaron al hospital. Pensé qué se había salido con la suya, qué me estaba muriendo. Pero sobreviví. A mis hijos los perdoné porqué fueron manipulados por un monstruo. Renuncié a mis trabajos y con mis cuatro hijos, uno bebé, me fui a vivir a Caleta Olivia (Santa Cruz). No fue fácil. Otra vez a trabajar muchas horas sin franco. Pasamos hambre y frío. Pero me ayudaron personas maravillosas a darle de comer a mis hijos. Estaba desgastada. Después migre a dónde vivo hoy en Mar del Plata. Las amenazas de este psicópata continuaban por cualquier medio. Y otra vez mis intentos de suicidio. ¡No daba más! Hoy ya mis hijos son grandes. Vivo sola. Tengo muchos bajones, demasiados. Mis pensamientos suicidas no pararon. Ahora mi lucha es con mi mente. Aún está esa vivencia, “un cuento de horror" pero en la pantalla de este camino llamado vida. No termina. No sé el final... Pero en mi vaivén sé que aún respiro. Ver también: Dejanos tu Testimonio de superación en relación al suicidio Grupos Gratuitos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG Brindar Asistencia Primaria a Personas en Crisis con Posibles Pensamientos Suicidas
- Día del Superviviente a la muerte de un ser querido a causa de suicidio
Cuando murió mi madre a causa de suicidio, hace ya 33 años, sentí muchas cosas, pero los sentimientos más persistentes fueron la culpa y la vergüenza. Entre mis otros familiares debe haber pasado lo mismo, de hecho, no se volvió a hablar del tema. Hubo un pacto tácito de silencio muy conveniente, o al menos cómodo. Así nadie se tendría que enfrentar a esas frases que comienzan con “si hubieras hecho” o “si no hubieras hecho” que yo mismo me repetía a diario en mi cabeza pero que no hubiera soportado dichas por otro. Así pasaron los años. La vida dejó de tener ese brillo, esa inocencia de aquel otro mundo en que el suicidio no existía, o era cosa de otros, siempre de alguien más, seguramente con problemas terribles, no como nosotros que teníamos nuestras cosas pero las resolvíamos en casa. El suicidio de mamá nos golpeó como una bofetada en el medio de la cara. De algún modo nos dijo “despierten, por ahí no va la vida”, pero decidimos ignorarlo, al menos yo lo decidí. También elegí el silencio hacia afuera. Era joven, quería progresar, quería que los demás me vean como alguien normal, confiable, no como ese loco, o peor, como ese insensible que no supo cuidar a su madre o que tal vez la empujó al suicidio. El silencio hacia afuera fue más estricto, más duro, nadie se tenía que enterar, nada de terapia, nada de andar contando por ahí, dándoles de qué hablar a la gente. Ni siquiera pensarlo. Ese fue el peor de los silencios: “Ni siquiera pensarlo”. Hice de cuenta que no había pasado, seguí con mi vida, con mi profesión, con mi familia. Lo que hubiera sucedido quedó atrás. Debo reconocer que con este método llegué a un equilibrio funcional. Las cosas iban bien y mi cabeza recuperó cierta calma, hasta que, diez años después de la muerte de mi madre a causa de suicidio, todos esos pensamientos y sentimientos reprimidos se amontonaron. La culpa comenzó a castigarme como nunca antes, al punto en que yo también comencé a tener pensamientos suicidas y otros síntomas que nunca hubiera imaginado. Recién entonces, forzado por los hechos, me animé a pedir ayuda y a hacer terapia. También encontré en la web un grupo donde se podía hablar sobre el pensamiento suicida y otro en el que se reunían personas que perdieron seres queridos a causa de suicidio. Descubrí que no estaba solo, que esto que me pasó a mi no me pasó “solo” a mí, que le pasa a miles de personas cada año solo en Argentina. Cuando estuve medianamente recuperado sentí la necesidad de ayudar a otras personas con pensamientos suicidas. Me inscribí como voluntario en una asociación civil para la prevención del suicidio donde aprendí a escuchar y el poder de la escucha activa para prevenir el suicidio, pero aún no me animaba a hablar sobre mi propia historia, temía que no me consideraran apto para ayudar a otros, lo que en parte estaba justificado porque escuché señales de desconfianza hacia compañeros que sí habían hablado de sus pensamientos suicidas o de la pérdida de un ser querido a causa de suicidio. Muchas veces se los hacía a un lado con frases aparentemente piadosas como “aún no está preparado”. Luego entendí que esa reacción falsamente compasiva de muchas personas es la otra parte del pacto de silencio. Aquella que de algún modo sutil castiga a quienes se animan a hablar. Aquella que nos dice "no queremos saber" porque mientras no sepamos podremos conservar la fantasía de que a nosotros no nos va a pasar. De todas estas experiencias, y de experiencias parecidas de mis compañeros, surgió la idea de Hablemos de Suicidio, un espacio donde pudiéramos hablar libremente de lo que nos pasa y lo que sentimos en relación al suicidio o al duelo por suicidio sin miedo a ser juzgados. Sé que aún falta mucho camino por recorrer, y que es importante que demos cada paso, porque mientras nos sigamos refugiando en la comodidad del silencio más personas seguirán muriendo a causa de suicidio. Los que hemos tenido pensamientos suicidas y los que hemos perdido un ser querido a causa de suicidio tenemos una mayor responsabilidad. Nuestra experiencia es valiosa. Tiene el poder de cambiar otras vidas. Debemos ser generosos, compartir nuestro dolor y nuestras esperanzas para que más personas se animen a hablar y a buscar ayuda. Este 16 de noviembre, día del sobreviviente a la muerte de un ser querido a causa de suicidio, quiero pedirle a todos los sobrevivientes que dejen de lado la culpa y la vergüenza, que se animen a compartir sus testimonios. Porque deberían sentirse orgullosos del camino recorrido y porque su experiencia puede servir de inspiración a otros. Para empezar pueden hacerlo en nuestro blog , o en nuestra próxima charla abierta que dedicaremos a compartir testimonios de supervivientes a la muerte de un ser querido a causa de suicidio . Dejanos tu Testimonio en relación al suicidio Charlas Abiertas a la Comunidad sobre Prevenci ón del Suicidio Venciendo el Tabú del Suicidio
- Alcohol, droga y pensamiento suicida
La relación entre el alcoholismo, la drogadicción y el pensamiento suicida está ampliamente documentada. Según la OMS el riesgo de suicidio para personas con consumo problemático de alcohol aumenta notablemente. Sin embargo, después de entrevistar a cientos de personas con pensamientos suicidas como asistente telefónico voluntario de personas en crisis, algunas de ellas con consumo problemático de alcohol o de drogas, encuentro otra relación. Lo que busca un adicto es una forma de evasión, salir de su realidad, encontrar, aunque sea sólo por un rato, una forma de aliviar su sufrimiento emocional. El pensamiento suicida no es diferente, busca lo mismo. El sólo hecho de pensar en el suicidio como una posibilidad real brinda cierta sensación de "control" y reduce la angustia emocional. Alcohol, droga y pensamiento suicida, vistos de este modo, serían distintos caminos para un mismo fin: evadirse de la realidad y calmar la angustia. El problema del alcohol y de las drogas es que funcionan: realmente el consumo de estas sustancias trae algún alivio transitorio y, como dijimos, también el pensamiento suicida. Por qué algunos eligen un camino u otro? no lo sé, pero como son caminos paralelos y no muy distantes es frecuente salirse de uno para entrar en el otro o transitarlos simultáneamente. Las personas con consumos problemáticos de sustancias tarde o temprano descubren que el consumo nunca es un “buen negocio”: la droga y el alcohol siempre piden más para dar cada vez menos a cambio. El consumidor problemático se encuentra entonces atrapado, el camino que eligió ya no le brinda el alivio que necesita, tiene que buscar la evasión y el alivio de otro modo, es entonces cuando se ve forzado a probar otro camino. Sin embargo, si pudiera ver todo el proceso como un observador imparcial que mira desde arriba el laberinto en el que él mismo está perdido, se daría cuenta de que la salida no está hacia adelante, que el alcohol, la droga y el pensamiento suicida nunca conducen al alivio duradero que prometen, más bien conducen a una muerte segura. La salida está, entonces, por donde se entró. Debe desandar el camino recorrido contra viento y marea, sabiendo además que en el regreso lo esperan todas las angustias que quiso evitar, incluso multiplicadas. Hace falta mucha fortaleza y mucho coraje, pero una vida libre de los condicionamientos de la droga, el alcohol y los pensamientos suicidas vale el esfuerzo. Ver también: Brindar Asistencia Primaria a Personas en Crisis con Posibles Pensamientos Suicidas Grupos Gratuitos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG
- La importancia del tratamiento en la lucha con pensamientos suicidas
El tema del suicidio ha acompañado mi vida desde la adolescencia. Lo ví en amigas muy queridas a quienes tuve que acompañar en momentos muy difíciles, y también en mí misma. Creo que la clave está en pedir ayuda cuando sentís que no das más, cuando estás cansado, agotado, y sentís que la vida no tiene sentido. En mi caso, sufro una enfermedad mental que me lleva a estar en estados depresivos por largos períodos. Me diagnosticaron en 2020, pero desde los 14 años ya padecía los síntomas (hoy tengo 27). Primero me diagnosticaron con depresión y luego en 2023 me diagnosticaron con trastorno esquizoafectivo. Tenía pensamientos suicidas como que la vida no tenía ningún sentido y que era la mejor forma de terminar con el dolor que sentía. La terapia y la medicación me salvaron. Hoy puedo decir que me encuentro estable. Lo que les recomiendo a las personas neuro divergentes es que no se den por vencidas; a pesar de la enfermedad, se puede salir adelante y se puede ser feliz. Lo fundamental es pedir ayuda en el momento indicado, apenas empiezan a sentirse mal o sienten que están descompensadas. Pidan ayuda, hablen, busquen espacios. Y, sobre todo, hagan terapia psicológica y psiquiátrica. No dejen de tomar los medicamentos, si es que toman. Es clave para estar bien. Busquen con quién hablar, no se aíslen. Les deseo lo mejor a quienes están leyendo este testimonio y quiero decirles que no están solos. Ver también: Dejanos tu Testimonio de superación en relación al suicidio Grupos Gratuitos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio Sumate al Voluntariado de Hablemos de Suicidio ONG Brindar Asistencia Primaria a Personas en Crisis con Posibles Pensamientos Suicidas