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Hacia una Sociedad más Altruista para Prevenir el Suicidio

Hasta aquí hablamos de las diferentes acciones comunitarias que podríamos promover en función de la etapa del proceso suicida en la que se encuentren los destinatarios de dichas acciones de prevención. Las primeras páginas que ubicamos bajo el menú de Prevención nos hablan de la prevención primaria, aquella que está dirigida indistintamente a todos los miembros de la comunidad, tengan o no pensamientos o fantasías suicidas: tomar consciencia sobre nuestra capacidad para prevenir el suicidio, derribar los mitos o creencias erróneas que nos impiden actuar y cuando se nos necesite, aprender a hablar en forma responsable pero sin rodeos sobre el tema del suicidio, promover los factores protectores de la conducta suicida, transmitir los valores, habilidades sociales y actitudes apropiadas para la prevención del suicidio, y estar atentos para mitigar los factores de riesgo de la conducta suicida. Luego nos referimos a las acciones recomendadas cuando se detecta una crisis emocional con posibles pensamientos suicidas, cuando tenemos que asistir a una persona que está llevando a cabo un intento de suicidio o manifiesta intenciones suicidas inmediatas y frente a la pérdida de un ser querido a causa de suicidio. Todas estas recomendaciones, adaptadas para el público en general pero basadas en el estado actual del conocimiento en la materia, podrían evitar muchos suicidios, especialmente si son incorporadas y llevadas a la práctica por un gran número de personas, cada una en su medio social y en sus actividades cotidianas, de manera tal que se consolide una verdadera red social de contención. Sin embargo, sabemos que esto es difícil de alcanzar, al menos en lo inmediato, y que, incluso si se lograra, no sería suficiente. 

 

Estamos convencidos de que el suicidio es más un problema social que un problema de cada individuo. Para reducir drásticamente los índices de suicidio lo que realmente se necesita es un cambio social profundo. Abandonar el paradigma del individualismo y construir una sociedad más altruista. Dicho de este modo la propuesta parece un delirio o al menos una utopía, sin embargo, hay dos hechos que alimentan nuestro optimismo: 

 

1-La experiencia nos demuestra que los cambios sociales no sólo son posibles sino que son inevitables.

2- El cambio del sistema social individualista al altruista ya está ocurriendo.


 

Los cambios sociales no solo son posibles sino que son inevitables

Las costumbres, los valores y la manera de mirar el mundo de los grupos sociales cambia continuamente. Los historiadores lo saben muy bien. Pero no hace falta ser historiador para observar el cambio en primera persona. Los que tenemos más de seis décadas de edad fuimos criados y educados en una sociedad muy diferente. Las mujeres eran relegadas a unas pocas tareas “femeninas”, los homosexuales eran discriminados y hostigados, los castigos corporales en la infancia eran frecuentes y socialmente aceptados, por nombrar solo algunos aspectos en los que nuestra sociedad cambió para mejor. Aún queda mucho camino por recorrer, pero los resultados ya obtenidos nos muestran que el cambio es posible e incluso inevitable. Nosotros sólo podemos elegir en qué sentido se produce. 

 

La interacción social muchas veces nos parece una corriente que nos arrastra en un sentido o en otro, pero tal corriente no existe, somos nosotros, los individuos comunes, quienes con nuestras acciones, nuestros gestos o nuestro discurso promovemos los cambios. El psicólogo social francés Serge Moscovici nos explica cómo las representaciones sociales se reproducen dentro de un entorno con eventuales cambios introducidos por los actores sociales que, si son aceptados, se convierten en cambios sociales duraderos.

 

En las últimas décadas nuestra sociedad mutó de un esquema paternalista muy estructurado con primacía de la familia y otras instituciones a un esquema mucho más liberal e individualista. Este cambio, descrito como la modernidad líquida por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, pudo haber sido una reacción necesaria para romper con lo que Zygmunt llamaba una sociedad cristalizada, pero es innegable que como toda reacción de rebeldía trajo aparejada mucha angustia y desconcierto por la pérdida de las estructuras sociales que brindaban contención a los individuos. Para terminar este cambio debemos construir un nuevo orden social que, sin perder las libertades conquistadas, reemplace el individualismo imperante por el altruismo social. Un nuevo esquema en el que las personas se sientan contenidas no por esquemas institucionales sino por una genuina preocupación de unos por los otros.


 

El cambio hacia la sociedad altruista ya empezó

Si nos dejamos llevar por los titulares de los diarios (inseguridad, corrupción, guerras, etc.), rápidamente llegaremos a la conclusión de que este mundo va de mal en peor. Por supuesto que los titulares sólo muestran la realidad, pero nunca toda la realidad, solo una parte concienzudamente elegida para vender más ejemplares. En este mismo artículo destacamos algunos aspectos en los que no vamos de mal en peor sino todo lo contrario. Por ejemplo, menos intolerancia, menos discriminación y más libertades. Robert Pinker, en su libro En defensa de la modernidad, hace un análisis mucho más extenso con datos estadísticos llegando a la conclusión de que en todos los aspectos relevados estamos mejor. Esto no significa en modo alguno que este mundo sea perfecto, aún queda mucho por hacer, solo reconoce que vamos en la dirección correcta. El próximo paso, seguramente, deberá ser pasar del individualismo al altruismo. Esto seguramente ayudaría a mejorar las vidas de muchas personas en varios aspectos, especialmente en lo referido a la salud emocional y en relación a la prevención del suicidio. Pero la buena noticia es que este cambio ya empezó. Muchísimas personas en todo el mundo se están uniendo a asociaciones civiles con fines comunitarios en lo que se dio en llamar “la revolución del tercer sector”. Esas personas que donan una parte de su tiempo libre para el trabajo comunitario voluntario están descubriendo que ayudar a otros hace bien, ya que mientras ayudan también se ayudan y su ejemplo altruista se contagia a otras personas. Ver nuestra página Sumate al Voluntariado.

 

Sin embargo, el mayor catalizador de los cambios sociales siempre fue y seguirá siendo la educación. En este sentido también está operando un profundo cambio de paradigma. Matthieu Ricard, en su libro En defensa del altruismo, hace un relevamiento de los sistemas pedagógicos basados en la cooperación, que dejan de lado el paradigma individualista de la competencia. Estos sistemas altruistas se están implementando en el mundo entero. Lo notorio es que no sólo mejoran la salud emocional de alumnos y profesores, reducen los conflictos interpersonales y promueven la integración de los grupos minoritarios, también generan un ambiente más propicio para el aprendizaje y así mejoran los rendimientos académicos. Los estudios también indican que la educación altruista reduce la incidencia de depresión, bullying y suicidio adolescente.

 

Sumarnos al cambio

Como vemos, el cambio social desde el individualismo hacia el altruismo no es un delirio ni una utopía, es algo que va a ocurrir y que está ocurriendo ahora. Cada uno de nosotros puede promover o retrasar este cambio desde sus propias acciones. Si nos sumamos, ya sea como voluntarios de una ONG o desde nuestra interacción social cotidiana, tratando con amabilidad a otras personas y preocupándonos genuinamente por sus sentimientos, no solo estaremos construyendo una sociedad mejor, también estaremos participando de la acción comunitaria más importante para la prevención del suicidio que será la transformación de nuestra sociedad bajo un paradigma altruista.

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