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El Proceso Suicida - Fase Descendente

 

El proceso suicida es un modelo teórico que intenta describir en forma genérica los diferentes estadios que debe transitar una persona antes de llegar a cometer suicidio, lo resumimos aquí solo por sus enseñanzas para la prevención comunitaria del suicidio. 

Ver El Proceso Suicida y las Múltiples Oportunidades para Prevenir

Ver también El Proceso Suicida - Fase Ascendente.

 

Como vimos, el modelo del proceso suicida que describimos aquí consta de dos fases, una que llamamos ascendente (Ver El Proceso Suicida - Fase Ascendente) y otra llamada descendente que explicaremos aquí.

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Fase Descendente del Proceso Suicida

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La fase descendente, que va desde las conductas evasivas hasta el suicidio, representa las maneras no deseadas de salir de una crisis emocional. Sin embargo, hay que tener en cuenta que todos sus estadios también admiten recuperación. Ver Asistencia a Personas en Crisis o con Pensamientos Suicidas. La denominación “descendente” se refiere a que a medida que se avanza en el proceso la tensión psíquica o estrés, paradójicamente, disminuye.

 

Las conductas evasivas

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Como dijimos antes, las crisis emocionales, por su propia naturaleza, no pueden durar mucho tiempo. La salida natural o más deseable es la resolución, al menos parcial, de los problemas que le dieron origen para que la crisis se convierta en un conflicto con el que sí se puede convivir. Pero, lamentablemente, esto no siempre ocurre.

 

A veces el sujeto no puede resolver la crisis ni tampoco soporta la angustia que la crisis le produce, entonces, al no ver otras alternativas, busca vías de escape menos deseables como las conductas evasivas. Algunas de estas conductas, como la droga, el alcohol o el cigarrillo, además de no resolver la crisis, producen daños a la salud y generan adicción, por lo que suelen alimentar nuevas crisis futuras. Otras, como las autolesiones y las conductas de riesgo, además añaden peligros incluso de vida. Hay conductas evasivas menos riesgosas como la obsesión por el trabajo, o por otra actividad como ver televisión o practicar deporte. Si bien todas las conductas evasivas tienen en común que no resuelven el problema de base, en muchos casos son necesarias para ganar tiempo en la resolución de la crisis. Desde ya que siempre son preferibles las conductas evasivas más inocuas. Los tratamientos farmacológicos para crisis de ansiedad podrían considerarse como conductas evasivas controladas. No resuelven la crisis pero permiten salir de ella ganando tiempo y tranquilidad para su resolución . En el mejor de los casos las conductas evasivas son solo un paréntesis para luego afrontar la crisis con mayores recursos.  Pero, muchas veces,  no solo se instalan sino que van perdiendo su eficacia para controlar la angustia al tiempo que los problemas que le dieron origen solo se agravan. Muchas conductas evasivas suelen pedir siempre más para brindar un alivio menor. En estas circunstancias es frecuente que aparezcan las fantasías de muerte.

 

Fantasías de muerte

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Cuando otras conductas evasivas resultan insuficientes, la idea de la propia muerte puede aparecer como una promesa de evasión perfecta donde toda la angustia y el dolor emocional por fin se detengan. Estas fantasías de muerte suelen generar cierto alivio por la idea de que el sufrimiento no durará para siempre, por lo que pueden volverse obsesivas. Sin embargo, el miedo a la muerte y el natural instinto de supervivencia subsisten por lo que este estadio, como también los que le siguen, son ambivalentes. El individuo tiene el deseo de morir, pero mantiene también el deseo de vivir, por lo que las acciones preventivas siguen siendo posibles y, en la mayoría de los casos, efectivas.

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Tener fantasías de muerte, por sí solo, no es suficiente para que una persona atente contra su propia vida. Pero, aún así, representa un riesgo, ya que la persona en este estado puede ser más descuidada con su salud o con su seguridad asumiendo conductas de riesgo. Para que un verdadero suicidio ocurra aún es necesario superar varias barreras. Sin embargo, las personas que permanecen en el estadío de las fantasías de muerte, paulatinamente se van familiarizando con la idea, lo que hace que avanzar en el proceso sea más probable. El siguiente paso es aceptar la idea de atentar contra la propia vida aceptando al suicidio como opción, es decir, pensar en el suicidio.

 

Pensamientos suicidas

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Cuando una persona pasa un tiempo con fantasías de muerte, es decir, pensando en la muerte como el fin de sus sufrimientos, y no ve cercano que esa muerte ocurra fortuitamente, surge naturalmente la idea de ayudar al destino con acciones voluntarias. La persona comienza a pensar en el suicidio como una opción válida. Esto puede producir mucho miedo en un primer momento pero, como también ocurre con las fantasías de muerte, termina generando cierta calma porque, además de ver un fin a sus sufrimientos, la persona recupera la sensación de poder controlar los acontecimientos, algo que tal vez no sentía desde que entró en crisis emocional.

 

Esa sensación de control genera tanto alivio que pensar en el suicidio puede volverse adictivo. Por ese motivo hay personas que pasan mucho tiempo, incluso décadas, con pensamientos suicidas. Cada vez que la persona se angustia por cualquier motivo piensa en el suicidio y esto le devuelve cierta calma y sensación de control. La parte positiva de este mecanismo es que el propio pensamiento suicida suele suele ser suficiente y actuar como barrera para que el proceso no progrese. Sin embargo, en algunos casos este alivio no alcanza y la persona con pensamientos suicidas tampoco encuentra los recursos que le permitan resolver sus crisis recurrentes por lo que, después de un tiempo suficiente se familiariza con la idea de provocar su propia muerte y da el siguiente paso: trazar un plan suicida.

 

Plan suicida

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A diferencia de los pensamientos suicidas, que suelen ser automáticos e involuntarios, planificar un suicidio requiere un pensamiento consciente e intencional. No hablamos aquí de la fantasía de imaginarse a uno mismo atentando de un modo específico contra su propia vida, sino de la intencionalidad de pensar o hacer arreglos para que el intento de suicidio se produzca. Un plan suicida completo debe incluir el cómo, el cuándo y los preparativos necesarios. Algunas veces también incluye detalles que no son esenciales para el intento suicida, como despedirse de los seres queridos o regalar los objetos más preciados. Otras veces puede ser mucho más básico, eso depende de las circunstancias y de la personalidad de quien lo elabora. En todos los casos, la existencia de un plan suicida evidencia una intencionalidad marcada, por lo que debe interpretarse como un indicativo de alto riesgo. Sin embargo, para cometer un intento de suicidio aún es necesario trasponer una barrera más.

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Intento de suicidio

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Thomas Joiner nos dice que para que una persona intente suicidarse hacen falta dos requisitos previos: que quiera hacerlo y que pueda hacerlo. Esas son las dos últimas barreras que, de algún modo, protegen al individuo frente al riesgo de suicidio pero, como vimos, el sujeto que ya se familiarizó con la idea de morir (fantasías de muerte), con la idea de provocar su propia muerte (pensamientos suicidas), y que sigue teniendo sus propias crisis recurrentes porque nada de este proceso descendente le proporciona recursos para resolverlas, puede, impulsado por el sufrimiento que le producen estas crisis emocionales y su propio pensamiento negativo, trasponer también estas dos barreras. El plan suicida representa sobrepasar la primera barrera que menciona Joiner: querer hacerlo. Llevar ese plan a la práctica requiere, además, poder hacerlo. Para realizar un intento de suicidio, es decir, un acto contrario a nuestro natural instinto de supervivencia, es necesario que se cumplan dos condiciones: Un sufrimiento que se siente como insoportable y un convencimiento de que no existe otro camino para resolver la situación que genera ese sufrimiento.

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Si bien cada intento de suicidio es potencialmente fatal, el hecho de que se registren 20 intentos por cada suicidio consumado muestra nuevamente que la ambivalencia del suicidio está presente hasta el último estadio del proceso suicida, y también la oportunidad de prevenir. Ver Asistencia en Emergencias con Riesgo de Suicidio.

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