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El Proceso Suicida - Fase Ascendente

 

El proceso suicida es un modelo teórico que intenta describir en forma genérica los diferentes estadios que debe transitar una persona antes de llegar a cometer suicidio, lo resumimos aquí solo por sus enseñanzas para la prevención comunitaria del suicidio. 

Ver El proceso Suicida y las Múltiples Oportunidades para Prevenir.

 

El modelo del proceso suicida que describimos aquí consta de dos fases, una que llamamos ascendente y que explicaremos aquí y otra llamada descendente. Ver El Proceso Suicida - Fase Descendente.

 

Fase Ascendente del Proceso Suicida

 

La fase ascendente va desde los acontecimientos cotidianos hasta las crisis emocionales y es la más transitada, de punta a punta y en ambos sentidos, por todos los seres humanos (o al menos por una gran mayoría). Es también la que más oportunidades brinda para la prevención. Ver Factores Protectores de la Conducta Suicida. La denominación “ascendente” se refiere a que, a medida que avanza, la tensión psíquica o estrés aumentan desde un mínimo (acontecimientos cotidianos) hasta un máximo (crisis emocional). 

 

Estadíos de la Fase Ascendente del Proceso Suicida

 

Los Acontecimientos Cotidianos

Como dijimos, la fase ascendente comienza con acontecimientos, muchos de ellos cotidianos. Un acontecimiento es cualquier cosa que suceda, puede ser un acontecimiento importante como un divorcio o uno trivial como que suene el despertador por la mañana. La mayor parte de los acontecimientos que llegan a nuestra conciencia son tan triviales que ni siquiera requieren de nuestra atención, por ejemplo, que un pájaro pase frente a nuestra ventana; pero otros, incluso también triviales, exigen de nosotros una respuesta. Las posibilidades de respuesta son siempre múltiples, por lo que también nos obligan a tomar una decisión. Nos plantean un problema.

 

Los problemas

Dijimos que un problema es un acontecimiento que nos exige tomar una decisión. Tomamos miles de decisiones cada día, es decir, resolvemos miles de problemas. Por ejemplo: Cuando suena el despertador por la mañana puedo elegir levantarme inmediatamente o quedarme un rato más en la cama. La opción de quedarme en la cama parece más placentera, pero si la elijo sé que luego tendré que desayunar apurado o asumir que voy a llegar tarde a la oficina. Esto es algo que tenemos que saber de los problemas. Cada vez que resolvemos uno, es decir, cada vez que tomamos una decisión, estamos renunciando a algo. Algunas veces la decisión resulta muy clara: si me cruzo con mi vecino en el pasillo lo saludo, podría no saludarlo, pero en este caso el “beneficio” de no saludar es mínimo frente al bien mayor de mantener una convivencia amable, por lo que la decisión es fácil. Pero no todas las decisiones son fáciles. Por eso aparecen los conflictos.

 

Los conflictos

Un conflicto es un problema que, por cualquier motivo, no puedo o no quiero resolver. En general porque el costo que implica cualquiera de las opciones es más alto de lo que estoy dispuesto a afrontar. Por ejemplo: “Tengo una muy mala relación con mi jefe y eso hace que la pase muy mal en el trabajo. No puedo aceptar su forma de ser y la manera en que me trata. Pensé en renunciar, pero no lo hago porque salvo esa cuestión es un buen trabajo, bien remunerado y, salvo los momentos en que me cruzo con mi jefe, la verdad es que el trato en la oficina es bastante cordial”. 

En el ejemplo anterior las opciones son aceptar que el jefe es así y procurar adaptarse o renunciar, pero el protagonista no parece dispuesto a elegir ninguna de ellas por el costo que representan: hacer a un lado su ideal de relación jefe-empleado o perder su trabajo. Elegir no hacer nada también es una opción, pero no resuelve el conflicto por lo que se va a mantener en el tiempo e incluso tal vez se agrande. Casi todos mantenemos conflictos de este tipo sin resolver. Los conflictos causan malestar, a veces muy intenso pero solo en algunos momentos. En el ejemplo, pasa cuando el protagonista se cruza con su jefe. Aún así, puede disfrutar de todo el resto de su vida. Por eso decimos que los conflictos son como los cajones de un mueble, solo vemos su contenido cuando los abrimos, y al cerrarlos lo olvidamos con facilidad. Decimos que “tenemos” un conflicto porque aunque va siempre con nosotros nos conectamos con él solo de a ratos. Sin embargo, en ocasiones, el conflicto es tan profundo que sentimos que nos abarca y que ocupa todo nuestro pensamiento durante todo el tiempo. En ese caso decimos que “estamos” en crisis.

 

Las crisis

Como dijimos, una crisis es un conflicto tan profundo y abarcativo que ocupa todo nuestro ser y demanda nuestra atención durante todo el tiempo. Algunos duelos por la muerte de un ser querido, otras pérdidas como separaciones, despidos o quebrantos, o conflictos de relación que al no resolverse continúan creciendo. Por su naturaleza invasiva, las crisis emocionales no pueden durar mucho tiempo: horas, días o a lo sumo semanas. Nuestra mente no resiste toda esa tensión por mucho más tiempo. La evolución natural de la crisis es la resolución del problema que le dio origen. Es decir, cambiar lo que podemos cambiar y aceptar lo que no podemos. Una resolución al menos parcial de la crisis se hace imperiosamente necesaria para regresar al estadio anterior y que la crisis se transforme en conflicto. Desde ese estadio puede continuar su resolusión, estancarse como conflicto o eclosionar nuevamente como crisis. Lo que no puede pasar es que la crisis perdure continuamente como tal. Por ese motivo, si la crisis no se resuelve en forma urgente pueden surgir otras vías de escape. Pero de eso hablaremos en El Proceso Suicida - Fase Descendente.

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