Un dÃa de marzo del 2023 me desperté después de haber dormido tan sólo unas 3 horas, como me pasaba todas las noches desde hacÃa meses. Ese dÃa tenÃa una carrera, ya que dos meses antes habÃa entrado al mundo del running. Fui, corrÃ, sonreà para las fotos, pero en mi cabeza solo tenÃa un pensamiento: suicidarme, matarme para acabar con el dolor. TenÃa una amiga con la que hablaba siempre. Ese dÃa, sabiendo como estaba yo (era la única persona que sabÃa por lo que estaba pasando) decidió no aparecer desde el mediodÃa hasta entrada la noche. Estaba mal y no tenÃa con quien compartirlo, ya tenÃa las cartas de despedida hechas. Apareció esa amiga y le dije que no podÃa seguir viviendo. Su respuesta fue que ella no podÃa continuar con la amistad porque le estaban haciendo mal mis ideas suicidas.
Esa fue la gota que rebalsó el vaso para mi. Agarré las cartas que tenÃa preparadas, las acomodé en la mesada de mi cocina y preparé mi plan. Estaba dispuesta a todo. Entonces golpearon a mi puerta, era mi mamá que venÃa a contarme algo (tengo mi casa arriba de la casa de mis padres, vivo sola pero a la vez acompañada por ellos). Guardé todo rápido y la atendÃ. Hablamos de cualquier cosa y me fui a su casa con ella. Ahora entiendo que mi mamá me dio la vida cuando nacà y me la devolvió cuando me iba a suicidar.
TenÃa 36 años, no se porqué entré en ese pozo depresivo, todavÃa lo estoy tratando con mi psicóloga y mi psiquiatra. Después de esa visita de mi mamá no lo hice por ella. Al otro dÃa se lo conté a mi psicóloga. Ella habló directamente con mi mamá, y mi mamá con el resto de mi familia. Con el apoyo de todos ellos, más la ayuda profesional, pude ir saliendo. Sigo diagnosticada con depresión ansiosa, sigo medicada, pero con estabilidad. Yo le estoy enormemente agradecida a mi familia, a mis amistades, a mi psicóloga y a mi psiquiatra. Sin ese paquete nada hubiera sido posible.
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