Quienes nunca tuvieron pensamientos suicidas pueden imaginar a queines sí los tienen como personas que decidieron no vivir y solo buscan la forma de concretar sus planes. Nada más lejos de la realidad. Muchas veces se ha dicho que el pensamiento suicida es bivalente, por un lado está ese deseo de morir y por el otro no se extingue del todo el natural deseo de sobrevivir. Puede ser difícil de entender cómo ambos deseos tan contradictorios pueden coexistir, pero puedo dar testimonio de que es así. La primera y única vez que llamé a un teléfono de asistencia para personas con pensamientos suicidas lo hice asustado por la posibilidad de que mis pensamientos suicidas pasaran al acto. Esta es otra cosa que a veces no se entiende desde afuera. Podrián preguntarse: ¿Para qué piensa en el suicidio si no quiere que ocurra? Lo que no se entiende es que el pensamiento suicida es intrusivo, que uno no piensa en el suicidio porque quiera pensar en eso, que en medio de un sufrimiento intenso uno deja de controlar la cabeza y, logicamente, tiene miedo de dejar de controlar los actos. Es en este sentido que el suicidio no debe ser considerado como una decisión, al menos no como una decisión libre. Lo que yo experimenté fue que el pensamiento suicida me invadió, como si fuera un ente externo y no algo que yo estaba generando. Algo incontrolable y algo peligroso a tal extremo que potencialmente hubiera podido provocarme la muerte. Visto así, el miedo a la muerte que dicen sentir muchas personas con pensamientos suicidas no es algo tan extraño.