La primera vez que tuve pensamientos suicidas fue durante el duelo por la muerte de mi madre a causa de suicidio. En su momento eso me pareció muy extraño. hasta llegué a pensar que había algo hereditario en esto de pensar en el suicicio y que probablemente yo acabaría como ella. Mucho después, tuve la oportunidad de entrevistar a muchas personas que sufrieron pensamientos suicidas durante un duelo por suicidio, no siempre de progenitores, incluso de amigos o familiares sin vínculo sanguíneo. También supe que eso que yo sentía no es para nada raro, tanto que la pérdida de un ser querido a causa de suicidio se considera como un factor de riesgo de la conducta suicida, es decir, los familiares o amigos de un suicida intentan suicidarse con más frecuencia que la media de la población. Sígo sin entender del todo cuál es la relación entre el suicidio de un allegado y los pensamientos propios. Escuché decir que un suicidio cercano actúa como un "ejemplo" o un "permiso", que el duelo por suicidio nos coloca en esa posición vulnerable porque desde que lo transitamos aprendemos a ver al suicidio como una "solución válida" a los problemas de la vida. Puede que algo de esto pase, pero lo que yo sentí en ese momento fue un profundo sentimiento de inutilidad. Como decir: "Si no serví para justificar la vida de mi madre no sirvo para nada".
Un duelo es siempre como un terremoto: lloramos por la persona que se fue, pero también por nuestro mundo que queda devastado. Nuestras relaciones son la estructura de nuestro mundo emocional, cuando una persona importante en nuestras vidas desaparece todo lo demás se tambalea. Tenemos que comenzar el paciente trabajo de poner cada cosa en su lugar. También al recuerdo de la persona que ya no está. Esto lleva mucho tiempo y trabajo, pero la vida vuelve a cobrar sentido, nos volvemos a sentir útiles y los proyectos vuelven a surgir.