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Alberto Fernández Mateos

Memorias de un sobreviviente al suicidio de un ser querido


Memorias de un sobreviviente al suicidio de un ser querido

Quien estando en este mundo hemos llegado a tener padres, hijos, hermanos, parientes, amistades, pareja, o alguien que los quiera, no deberíamos pensar en el suicidio. Ni siquiera en esos momentos oscuros de la vida en que el amor de otras personas no nos llega, y comenzamos a dudar de que exista. En eso el amor es como el sol, no se ve en días de tormenta, pero como dice la canción: "siempre está". Mirando hacia atrás puedo reconocer que siempre amé a mi madre y que ella siempre me amó. No con ese amor edulcorado de frases bonitas, besos y abrazos, pero sí con ese otro amor rústico que se hace evidente en el cuidado. Ella siempre quiso lo mejor para nosotros, para mis hermanos y para mí; siempre hizo lo que estuvo a su alcance para evitar que sufriéramos. Entonces: ¿Por qué decidió suicidarse? ¿Por qué nos abandonó? ¿Por qué nos sometió al trauma más profundo y más largo, al menos para mí, que fue su ausencia? Más que su ausencia, su decisión de condenarnos a su ausencia. A sentir que no fuimos suficientemente valiosos ni siquiera para justificar su vida. La única explicación que puedo encontrar es que no lo sabía, que ni siquiera llegó a imaginar el enorme daño que le estaba causando a sus seres queridos y especialmente a sus hijos, a quienes, estoy seguro, no les deseaba ningún mal.


El suicidio de un ser querido deja muchas preguntas abiertas. En otra época hubiera pagado cualquier precio por poder hablar unos minutos con mi difunta madre y hacerle algunas preguntas. No esas primeras preguntas simples como: ¿Por qué lo hiciste?, creo poder imaginar esa respuesta; mi pregunta en ese momento hubiera sido: ¿Por qué nos hiciste esto?, ¿Por qué nos abandonaste?, ¿Por qué no pensaste en tus hijos?


Por suerte la vida me dio la oportunidad de hablar con cientos de personas con pensamientos suicidas, primero como operador voluntario en una línea de asistencia al suicida y luego como participante en los Grupos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio de Hablemos de Suicidio ONG. Entre todas esas personas, muchas me recordaban a mi madre: Mujeres de mediana edad, con hijos, agobiadas por conflictos en sus relaciones y, muy probablemente, transitando una depresión. Esos testimonios me dieron la oportunidad de escuchar, como si estuviera escuchando a mi propia madre, la respuesta a mis preguntas. En muchos de estos testimonios se repite casi invariablemente la frase: “Van a estar mejor sin mi”. Afortunadamente, el formato de grupo de ayuda mutua me da la oportunidad de confrontar ese convencimiento con mi propia historia. Además, los testimonios de otros familiares que sufrieron la pérdida de un ser querido a causa de suicidio lo confirman. Nunca los familiares estamos mejor, en muchos casos arrastramos un dolor persistente durante décadas y algunos hasta llegamos a pensar nosotros mismos también en el suicidio.


Sé que vivir por el otro es una carga que puede resultar demasiado pesada, eso también lo aprendí en mi propia experiencia, además de escucharlo en otros testimonios. Entonces la tarea debe ser ese motivo, esa razón que le de sentido a nuestras vidas. Sé también que en esos momentos de oscuridad es difícil incluso imaginar que eso existe, que un día nos vamos a despertar entusiasmados y apasionados por una idea, un proyecto o un sueño. Cuando nada nos entusiasma ni nos apasiona es difícil incluso pensar que eso ocurrirá, pero ocurre, eso también lo puedo afirmar en base a mi experiencia y la experiencia de otros. No hay una receta ni una guía para encontrar eso que le otorgue sentido a la vida. La única pista que puedo dar es que no es en soledad, no es en aislamiento, no es en silencio. El sentido de la vida siempre es en relación a los otros y a los vínculos sanos que podamos construir, por eso sigo creyendo que los grupos de ayuda mutua son un buen lugar para comenzar a buscar.


A mi madre ya no la puedo ayudar, pero hay otros que aún están sufriendo y que, tal vez sin darse cuenta podrían causar con una decisión desesperada un sufrimiento inmenso e innecesario a muchos más. Por eso, y fundamentalmente porque me ayuda en mi propia búsqueda de sentido, seguiré promoviendo los Grupos de Ayuda Mutua para personas afectadas por el drama del Suicidio.

 

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