Justificación: Uno de los sentimientos más frecuentes propios del duelo por el suicidio de un ser querido es el miedo a que la tragedia se repita en la familia. Lamentablemente, este miedo no es completamente infundado. Es sabido, y las estadísticas así lo registran, que los familiares cercanos de las personas que mueren a causa de suicidio tienen mayor riesgo de incurrir en conductas suicidas. Ya sea porque conozcamos esta realidad o porque intuitivamente sepamos que la conducta suicida puede ser imitada, tendemos a ocultar las causas del fallecimiento. En muchos casos este ocultamiento se convierte en un verdadero secreto familiar, no se menciona la causa de la muerte, o directamente ya no se habla del difunto.
Consecuencias: Si bien es cierto que el riesgo de suicidio es mayor entre los supervivientes al suicidio de un ser querido, no hablar sobre el tema no es la mejor manera para reducirlo, sino todo lo contrario. El silencio impide a los dolientes elaborar su duelo en el seno familiar. Además los priva de la posibilidad de recibir la escucha, contención y acompañamiento que podrían estar necesitando y refuerza la idea de que el suicidio o los pensamientos suicidas son cuestiones de las que deberíamos avergonzarnos, impidiendo también la posibilidad de buscar ayuda fuera de la familia. Como vemos, no hablar del suicidio no solo no nos protege sino que más bien aumenta el riesgo.
Realidad: Los familiares y amigos de las personas fallecidas a causa de suicidio necesitan hablar sobre lo sucedido para elaborar su duelo. Si además, el dolor despierta en ellos fantasías de muerte o pensamientos suicidas, un contexto empático donde pudieran hablar de lo que les está pasando siendo realmente escuchados y sin temor a ser juzgados es la mejor manera de manejar la situación a nivel comunitario, además del tratamiento psicológico que siempre es recomendado cuando existen estas fantasías o pensamientos.
Hablar del suicidio y del pensamiento suicida con naturalidad, como parte de la realidad humana, sirve además para abrir canales de comunicación en la familia y fuera de ella. Esto llevaría a que cualquier miembro que estuviera atravesando una etapa difícil de su vida y sufriera por pensamientos suicidas o fantasías de muerte, se sienta autorizado a buscar ayuda sin avergonzarse por ello.
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