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“Es de varón” pedir ayuda

Actualizado: 29 oct 2023


“Es de varón” pedir ayuda

En nuestro país mueren cada día al menos 10 personas a causa de suicidio. En promedio, 2 mujeres y 8 varones. Como en casi todos los países del mundo, aquí el suicidio es un problema predominantemente masculino. ¿Por qué? Hay muchas teorías al respecto, pero el hecho de que existan excepciones, países donde el suicidio masculino no es mayoritario o al menos no en una proporción de 4 a 1, pareciera indicar que hay un factor cultural.


Otro hecho que parece contradictorio, aunque en realidad refuerza esta idea, es que las mujeres piden ayuda frente a sus pensamientos suicidas en una proporción mucho mayor que los varones. Lo vemos en las consultas psicológicas, en las líneas de asistencia para personas en crisis o con pensamientos suicidas y en los grupos de ayuda mutua para personas afectadas por el drama del suicidio. La proporción es aproximadamente 4 a 1 pero esta vez mayoritariamente a favor de las mujeres. ¿Cómo es esto? ¿Las mujeres tienen más pensamientos suicidas y los varones mueren en mayor proporción a causa de suicidio? Evidentemente no: Las mujeres están más abiertas a pedir ayuda cuando se enfrentan a pensamientos suicidas y, tal vez por eso, llegan en menor proporción al suicidio.


La pregunta que sigue es por qué los varones somos reticentes a pedir ayuda. Quienes somos varones y recibimos una educación tradicional lo sabemos, las madres y padres de esos varones también lo saben: La diferencia está en la forma en que fuimos educados.

Dicen que para los pueblos primitivos el peor castigo no era la muerte sino el destierro. Los muertos son recordados y venerados, los desterrados se olvidan, no se habla de ellos, no reciben la mirada de sus compatriotas, no pertenecen. Somos animales gregarios, necesitamos pertenecer para sentirnos vivos, por eso tememos tanto al destierro. Cuando yo era chico el destierro estaba representado por el peor de los calificativos que un varón podía recibir: “Mariquita”. El señalamiento como “Mariquita” era como un decreto de exclusión, como una sentencia que decía “no sos de los nuestros”, no pertenecés al grupo de los varones. Era el infierno más temido, y por eso nos cuidábamos de no hacer nada que no fuera "de varón”.


En especial nos cuidábamos de no pedir ayuda nunca, bajo ninguna circunstancia, porque “un varón se arregla solo”. Mucho antes de esto, antes de que tuviera edad suficiente para ir a la escuela, mis padres me enseñaron con firmeza y crueldad que era eso de “ser varón”. Si lloraba, en vez de consolarme se enojaban y me decían: “los hombres no lloran”, y si me quejaba por cualquier cosa me recordaban “no sos una nena”. A los hombres se nos acusa hoy en día de promover una cultura machista, sin embargo yo recuerdo más a mi madre que a mi padre enseñándome cómo ser “un hombre de verdad”: Supongo que a mis compañeros de primaria les pasó otro tanto, porque para cuando fuimos escolarizados ya compartíamos los mismos códigos: “Los hombres de verdad no muestran emociones, no se quejan y nunca piden ayuda”.


Como dije, no creo que seamos los varones los únicos responsables de la reproducción de estas pautas culturales, tampoco creo que sean las mujeres las únicas víctimas: En nuestro país, 300 mujeres mueren cada año a causa de la violencia machista, y más de 2.500 varones a causa de suicidio al menos en parte porque la cultura machista nos enseño a no pedir ayuda. Todos somos responsables y todos somos víctimas. La cultura machista que cosifica a la mujer, y que impide a los hombres mostrarse vulnerables, con sus falencias y debilidades, viene perjudicando a ambos géneros. Por eso tenemos que deconstruirnos y, fundamentalmente, no reproducir las pautas culturales machistas que tanto daño nos han hecho. Tanto hombres como mujeres deberíamos redescubrir nuestros aspectos más humanos y, entre ellos, la característica que más nos identifica como especie, nuestra capacidad para pedir ayuda.


Una sociedad donde todos aprendamos a mostrar nuestras emociones, a hablar de lo que nos pasa y a pedir ayuda será, sin duda, una sociedad más segura frente al riesgo de suicidio para nosotros y para nuestros seres queridos. Por eso, quienes tenemos hijos o menores a cargo y nos preocupamos por ellos, también deberíamos enseñarles a pedir ayuda, tanto a niños como a niñas.

 

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