Soy psicóloga jubilada. Mi hijo a los 38 años se quitó la vida el 27/9/23. Jamás lo imaginamos a pesar de haber sufrido problemas muy serios como consumo de sustancias, cáncer, un trasplante de médula y ser portador de HIV completamente negativizado.
Se hallaba en tratamiento psiquiátrico dada la aparición de sintomatología psicótica debido al consumo que creíamos superado hace años. Lo mismo pensó su psiquiatra. Por esto pienso que su suicidio fue en verdad un “accidente" las ideas suicidas fueron producto del consumo -que ocultó- probablemte de cocaína adulterada, o no, como nos dijo su psiquiatra, que en cuadros esquizoides producen ese efecto. Sin embargo, no estaba psicótico. No pudimos captar su desesperación dado nuestro desconocimiento del consumo, que fue ocasional puesto que participó siempre de la vida familiar viviendo prácticamente siempre con nosotros. Y estimo que ni él mismo se dió cuenta de que esas ideas de muerte eran producto del consumo que había decidido dejar hacía dos meses según me aseguraron sus amigos.
La muerte de un hijo nunca es “un recuerdo" . Siempre seguirá vivo en nuestro ser. Sentimos su presencia, su voz, su compañía. Tanto lo amaba y amaré eternamente. Con su partida el dolor es tan grande e indescriptible. Pero descubrí con él dónde está el "alma" en nuestro ser, en nuestro pecho, en nuestras entrañas. Es desgarrador.
Gracias al apoyo de mis seres queridos, en especial de mis otros dos hijos, que aunque están a 500 km están siempre presentes, a mi esposo, a la buena psicoterapia que encontré luego de una búsqueda, porque no es fácil sentirse contenido y escuchado verdaderamente. La compañía de mi esposo, de amigas, del grupo de padres, hasta de algún vecino. Me abrí. Me era imposible hasta respirar o pensar sin poder compartir. Aún hoy, a un año de su partida, irrumpo en llanto, pero es sanador. Claro, hay que ponerle un tope, porque poco a poco uno acepta una realidad obvia pero tan dolorosa: que no volverá. Y sobre todo también que por un acto de voluntad uno se propone seguir adelante, vivir por lo que él no pudo para honrar su memoria. Difundir, por ejemplo, cómo el consumo mata… los prejuicios de una sociedad hipócrita en muchos aspectos y consumista. Luchar por un mundo mejor, por los seres amados que quedaron y por los que vendrán...
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