El viernes pasado Maju Lozano se despidió del programa que estaba conduciendo con una revelación que sorprendió a muchos. Dijo que se le hace difícil tratar determinados temas porque le afectaban demasiado, y para explicar esto habló sobre su reciente diagnóstico de autismo. No como algo triste o que haya traído angustia a su vida sino como todo lo contrario, como algo le que trajo alivio. Los que fuimos diagnósticados con autismo ya siendo adultos sabemos de esa sensación de alivio. El diagnóstico no cambia mucho, pero le pone un nombre y le da una explicación a una innumerable lista de fracasos de la que muchos autistas adultos no diagnosticados se culpan a sí mismos.
Personalmente le agradezco a Maju Lozano porque al ser una figura pública su testimonio tiene otra repercución, y hablar de lo que nos pasa y lo que sentimos siempre ayuda a otros en situaciones similares a aceptar o manejar lo que les pasa. El testimonio de Maju nos muestra a todos que los autistas sí tenemos sentimientos (tal vez más profundos y más erráticos que los de otras personas), que podemos ser queridos y admirados, que podemos triunfar en lo que nos proponemos, que somos valiosos. Y así ayuda a derribar tantos prejuicios que también pesan sobre el autismo.
Muchos autistas vivimos ocultando nuestros síntomas y temiendo la discriminación social. También estamos empezando a ver que ese camino no nos lleva más que a la auto-exclusión, al aislamiento y, a veces al pensamiento suicida. También para adultos con autismo hablar es el camino. Gracias Maju por un paso más en el camino de la inclusión y de la prevención del suicidio.