Ayer, en la radio hablaban de esos pequeños placeres de la vida, y de la importancia de conectarnos con ellos para así poder sostener la rutina, superar las inevitables frustraciones y aliviar nuestras angustias. Yo estaba volviendo del trabajo, bastante contento porque había encontrado la solución de un problema que me estubo preocupando varios días. Me di cuenta de que ese era para mí un pequeño placer, esa pequeña euforia de haber encontrado la solución a un problema, pensé también que debía aprovechar el momento, conectarme con ese sentimiento porque me lo merecía. No porque haya encontrado esa solución, eso fue accidental, no fue un mérito mío. Me lo merecía porque todos nos merecemos esos momentos en nuestro diario vivir. Sin ellos la realidad cotidiana se hace muy pesada y yo sé que podría llegar a ser insoportable. Desde ya que hay muchos pequeños momentos placenteros, caminar, mirar un paisaje, pasar tiempo con mis seres queridos, mirar una buena película o leer un buen libro, dormir la siesta o desayunar sin prisa un domingo, y muchísimos más. Lo que nos pasa a muchos es que vivimos tan acelerados, tan metidos en nuestras preocupaciones, que esos momentos pasan sin que realmente conectemos con ellos. Me propongo prestar más atención para no dejarlos pasar. Y además, otro recurso que escuché en esa charla en la radio: buscar la parte placentera en las rutinas cotidianas. Nuestra cabeza hace todo, es nuestra mente la que crea el mundo en que vivimos. Podemos crear un infierno dándole rienda suelta a nuestras preocupaciones y a nuestros pensamientos negativos o crear un mundo más placentero conectándonos con los pequeños placeres y buscándolos donde aparentemente no podrían estar.
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