Prevención del Suicidio en la Infancia
- Hablemos de Suicidio ONG
- 20 jun
- 3 Min. de lectura

La infancia es una etapa fundamental en el desarrollo humano, repleta de descubrimientos, aprendizajes y, desafortunadamente, de desafíos emocionales y traumas que pueden afectar profundamente a los niños. Aunque el suicidio pueda parecer un concepto lejano cuando se habla de infancia, la realidad es que los suicidios infantiles son cada vez más frecuentes y que los traumas no resueltos de la infancia son un factor de riesgo para la conducta suicida a cualquier edad. Por eso, la prevención del suicidio en la infancia es un asunto que requiere formación, empatía y acción por parte de todos.
El suicidio en la infancia, aunque menos común que entre adolescentes o adultos, no es un fenómeno aislado. Factores como el bullying, la violencia familiar, el abuso sexual en la infancia, la ausencia parental, el aislamiento social, problemas de salud mental no tratados y trastornos del desarrollo pueden contribuir a que un niño sienta que no hay salida a su sufrimiento. En muchos casos, estos pequeños no tienen las herramientas necesarias para expresar su dolor ni para buscar alternativas y, contrariamente a lo que solía creerse, sí tienen el desarrollo cognitivo necesario para imaginar su muerte por suicidio como vía de escape a su sufrimiento.
Es importante que padres, maestros y cuidadores estén atentos a las señales que un niño pueda estar mostrando. Algunas de las señales de alerta pueden incluir:
-Cambios drásticos en el comportamiento, como una repentina agresividad o un notable retiro social.
-Pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba.
-Cambios en el rendimiento escolar.
-Expresiones de desesperanza o de sentirse una carga.
-Menciones directas o indirectas al suicidio o autolesiones.
Reconocer estas señales puede ser el primer paso hacia la intervención y el apoyo fomentando un ambiente seguro, abierto y contenedor donde el niño pueda expresar lo que siente sin temor a ser juzgado. Sin embargo, como siempre decimos, estas señales pueden no estar presentes, no ser claras o por cualquier otro motivo no ser detectadas por los adultos cercanos, por lo que ese ambiente seguro, abierto y contenedor debería estar siempre disponible para todos los niños y niñas, independientemente de que hayamos notado señales de advertencia.
La comunicación abierta es esencial en la prevención del suicidio. Aquí hay algunas estrategias que pueden ayudar:
Fomentar el diálogo: Crear un espacio seguro donde los niños se sientan cómodos hablando sobre sus sentimientos. Pregunte regularmente cómo se sienten y hágales saber que está bien expresar emociones, sin miedo a ser juzgados.
Validar sus sentimientos: Asegúrese de que los niños comprendan que lo que sienten es válido. A menudo, los niños pueden sentirse incomprendidos; al validarlo, se les brinda una gran comodidad. Por ejemplo, si un niño dice sentirse triste por haber perdido un juguete muy querido para él y le decimos "No es nada, ya va a pasar" no estamos validando lo que siente y le estamos enseñando a ocultar sus sentimientos. En cambio si le decimos "Me imagino cómo te sentís" y hablamos del tema, por ejemplo compartiendo anécdotas en que nosotros mismos estuvimos tristes por haber perdido algo, sentirá que sus sentimientos son válidos y estará dispuesto a hablar de ellos en otras oportunidades,
Educar sobre la bienestar emocional: Introducir a los niños conceptos básicos sobre la bienestar emocional puede ayudarles a reconocer sus propios sentimientos y los de otros. Explorar libros y recursos adecuados para su edad es un buen punto de partida.
Fomentar la resiliencia: Ayudar a los niños a desarrollar habilidades de afrontamiento y resiliencia puede ser crucial. En esto el ejemplo es importante. Muchos padres creen que deben ocultarles a los niños sus problemas, sus angustias y sus preocupaciones para que nada de esto se le "contagie" a los niños, sin embargo, los niños no necesitan ver a sus padres eternamente felices, pero sí necesitan verlos luchar por estar mejor. Es este ejemplo lo que les servirá a ellos mismos cuando enfrenten las vicisitudes de su propia vida.
Más allá de la familia, es fundamental que las escuelas y la comunidad en general se involucren en la prevención del suicidio en la infancia. Capacitar a los educadores en identificación de riesgos y intervención temprana puede salvar vidas. Programas de concienciación y talleres para padres y cuidadores pueden ser herramientas valiosas para construir un entorno más comprensivo.
Y por último, si los adultos notan signos preocupantes, es importante buscar ayuda profesional. Psicólogos, psiquiatras y psicopedagogos son recursos valiosos para proporcionar la atención y el apoyo necesarios. Nunca es tarde para buscar intervención, y un profesional puede ayudar tanto al niño como a la familia a transitar estos difíciles momentos.
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