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Mitos frecuentes entre supervivientes a la muerte de un ser querido por Suicidio: Mito 5


Mitos frecuentes entre Supervivientes a la muerte de un ser querido por Suicidio: Mito 5

Justificación: Otro sentimiento, lamentablemente muy frecuente entre los supervivientes de la pérdida de un ser querido a causa de suicidio, es la culpa. Repasamos una y otra vez los últimos momentos compartidos con el difunto. Nos cuestionamos repetidamente: “¿Y si le hubiera dicho esto?”, “¿Y si no le hubiera dicho lo otro?”, “¿Por qué no hice esto?”, “¿Por qué hice lo otro?, “¿Cómo no me di cuenta antes?”. Culparnos por la muerte a causa de suicidio de nuestro ser querido cumple una función de autocastigo: queremos sentirnos mal porque creemos que no merecemos sentirnos bien. Por eso mismo seguimos pensando en el pasado en búsqueda de supuestas alternativas totalmente incomprobables y absolutamente inútiles frente al imperio de los hechos consumados.


Consecuencias: Toda esta autoincriminación no solo representa un sufrimiento inútil para quien la padece sino que también lo pone en una situación de bloqueo emocional frente al resto de sus seres queridos que también son supervivientes a la muerte de un ser querido a causa de suicidio. Tan absorbidos podemos quedar por la culpa, tan obsesionados con lo que ya fue y no podrá cambiar, que podríamos no darnos cuenta de que a nuestro alrededor hay otras personas que también sufren y que eventualmente podrían estar también en riesgo de suicidio. Esa actitud de vivir mirando hacia atrás podría impedirnos ver lo que pasa a nuestro alrededor, prestar atención, escuchar y escucharnos entre los que aún luchamos por la vida.


Realidad: Los testimonios de personas que pensaron seriamente en el suicidio o que incluso sobrevivieron a un intento de suicidio nos enseñan que en esa etapa del proceso el sujeto está “desconectado” del mundo, sumido en su propio sufrimiento, poco le importa lo que digan o hagan las personas a su alrededor. Además, en la mayoría de los casos, estas personas se vuelven verdaderos especialistas en ocultar sus síntomas: pueden incluso mostrarse activos y alegres. Incluso para los profesionales es muy difícil darse cuenta cuando una persona piensa seriamente en el suicidio. Para los familiares o allegados, la tarea de detectar las pocas señales que pudieran escapar al ocultamiento e intervenir adecuadamente es mucho más difícil, entre otras cosas por la familiaridad que nos hace ver como naturales ciertos comportamientos que no lo son. No estamos diciendo que el suicidio no se pueda prevenir (ver prevención comunitaria de la conducta suicida). Pero debemos diferenciar aquí entre “prevenir” y “evitar”. La prevención reduce el riesgo de que algo ocurra, pero no puede garantizar que pese a las precauciones tomadas, lo que intentamos prevenir no suceda de todos modos. Por ejemplo, las medidas de seguridad vial previenen accidentes de tránsito (reducen el riesgo), pero pese a todas estas precauciones, los accidentes de tránsito, en menor número, seguirán ocurriendo. Lo mismo es aplicable a la prevención comunitaria del suicidio. Por otra parte, aún admitiendo que tal vez cometimos errores, o que seguramente cometimos errores porque somos humanos y por nuestra inexperiencia, es injusto, e incluso cruel, juzgar nuestros errores del pasado a la luz de nuestros conocimientos actuales.


 

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