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Fortalecer el vínculo madre-hija para superar los pensamientos suicidas

Foto del escritor: Autora AnónimaAutora Anónima
Fortalecer el vínculo madre-hija para superar los pensamientos suicidas

Tengo 47 años. Crecí en un hogar donde la inestabilidad emocional  era una constante, una familia muy disfuncional.  Con pocos recursos propios para desarrollar una adolescencia media típica, adopté una personalidad depresiva con la que fui lidiando durante mi juventud.


En 1998 nació mi única hija Camila. Su llegada aunque fue esperada,  tampoco vino libre de preocupaciones por causa de  inconvenientes en su salud. En febrero del 2009 me divorcio de mi primer esposo y en septiembre de ese año falleció mi mamá por un paro cardiorrespiratorio. Especialmente la pérdida de mi mamá me representó un dolor muy difícil de resolver. En ese momento ella tenía 57 años y yo 33.De ahí sobrevivieron médicos, medicación, psicóloga y otras alternativas buscando llenar ese vacío. Nada lo logró. En julio de 2010 tuve un intento de suicidio. Entre en conciencia 3 días después y supe y sé al día de hoy,  que no morí esa noche porque  Dios tenía otros planes y un propósito con mi vida, pero si realmente podía no haber vivido por eso. Lo que siguió fue un mes de internación en una clínica de salud mental, tiempo en el que luché por mi alta porque estaba mi hija esperándome afuera. Ahí tomé conciencia del amor por la vida a través de la existencia de mi Camila.


Pasaron 7  años hasta el 2016  dónde junto con la psiquiatra y la psicóloga que me atendían  decidimos que era el tiempo de dejar la medicación psiquiátrica. Ya venía tomando hábitos saludables y lo que a mí me  restauró de manera radical fue un encuentro verdadero  en 2013 con el Jesús, hijo de Dios,  que por amor dio su propia vida para salvación de la mía ( Y la de cada uno). Ahí todos mis vacíos se llenaron de amor y propósito. Para marzo de 2017 ya estaba libre de todas las pastillas y también de mi gran adicción al cigarrillo. De fumar 2 o 3 atados de 20 por día logré dejar de fumar. En el mientras tanto de esta vida en batallas pasamos esa temporada del caos, del vacío y la oscuridad con mi hija en plena adolescencia y su propia  oscuridad y depresión y médicos, medicaciones y fantasmas de muerte.


2016 fue el año donde toda mi fe y mis oraciones tuvieron respuesta. Cuando yo pude caminar firmemente en la paz que mi Jesús me daba, mi hija siguió mis pasos y  terminamos juntas  ese año libres de ojeras, de encierros y de muchas pastillas de colores.  La risa y los amigos llenaban la casa. La realidad se nos volvió esperanza. La vida nos siguió pasando, con muchas cosas bonitas y muchas otras pérdidas dolorosas. Con malas decisiones y aciertos maravillosos. En el mundo se dice: "si hay vida hay esperanza." , con mi fe digo: " si hay esperanza hay vida".


Hoy mi hija Camila casi cumple 26 y ama su vida, la familia que está construyendo con su Fran y su pasión por la música.  Se ha sentido triste a veces pero nunca más permitió quedarse en ese lugar de tristeza. Yo  casi cumplo 48 años  enfrentando un tiempo que no hubiese querido atravesar como un divorcio sumamente conflictivo después  de 5 años de matrimonio y a tres meses de mudarme  habiendo dejado mi ciudad,  mis amigos, mi lugar de trabajo,  la iglesia que era mi casa, hoy estoy empezando una nueva vida con muchas oportunidades que voy descubriendo muy hermosas y compartiendo esta esperanza que da vida, convencida que es parte del propósito por el que me aferré al  amor a la vida.

Feliz y agradecida  de poder  hacer gimnasia, andar en bici, trabajar de nuevo con chicos, servir en mi  nueva iglesia, decorar mi casa, cuidar el jardín,  y tantos sueños más por cumplir...Dios es bueno


 

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