Hoy leí en Infobae una historia conmovedora de una mujer de 101 años de edad que está comenzando el secundario.
Además de llenarme de admiración hacia esa mujer llamada Mercedes y de agradecimiento para quienes la escucharon e hicieron posible que se reinventara con un nuevo proyecto de vida, esta historia que además fue titulada con una frase muy sugestiva de Mercedes: “Cuando perdí todo creí que mi vida había terminado”, me invitó a la reflexión:
Muchas veces nos identificamos con nuestro proyecto de vida, nuestras relaciones, nuestras capacidades, y hasta con nuestras posesiones materiales. En el fondo sabemos que no somos nada de esto, que eso es solo la cáscara de lo que somos, el entorno más o menos confortable que supimos construir. Pero la identificación con nuestro entorno es tan fuerte que cuando sentimos que perdimos todo o parte de lo que consideramos "nuestro", podemos sentir que nuestra vida terminó. A mi me pasó al menos en dos oportunidades en mi vida. Los que pasaron por lo mismo saben de qué les hablo. Los pensamientos suicidas son inevitables. La vida parecía no tener sentido sin ese entorno que sentía tan propio que lo confundí con mi propio ser.
La historia de Mercedes nos muestra que nosotros construimos nuestro entorno, que mientras estemos vivos tenemos la posibilidad de reinventarnos y construir una nueva historia, con nuevos proyectos, nuevas relaciones y, por qué no, nuevas capacidades. Que con más o con menos, todos tenemos la oportunidad de ser felices y de transitar hasta el final, con nuevos desafíos, esta apasionante aventura que llamamos vida.